lunes, 15 de diciembre de 2008

De la ética de Lisbeth

¿Cuál es la ética de Lisbeth Salander? Desde luego, no es una ética cristiana en la que haya que renunciar a algo propio en función del prójimo. Lisbeth no es alguien que haya recibido mucho, ni material ni espiritual, de esa pobre madre, tan masoquista y tan fascinada por su amante y padre de sus hijas que no parecía que para ella existiera nadie más en el mundo. Bueno, quizá también existía para ella su otra hija, Camila; pero no Lisbeth, a la que terminará por confundir con su hermana, tan escaso es el interés que tiene para ella esa pequeñaja casi raquítica y tan poco cariñosa en los gestos, con la que ella no puede identificarse.
Quizá podamos decir que la ética de Lisbeth es la de los y las supervivientes; ella tiene que seguir adelante porque tiene el íntimo saber de que nadie va a sacarla del agujero si cae en él. Y si tiene dos brazos y dos piernas, seguirá adelante con ellos; y si se pone a cojear, seguirá cojeando, pero seguirá mientras el cuerpo aguante, y cuando éste no aguante... pues eso no lo podemos saber porque a Stieg Larsson dejó de aguantarle el suyo. Otro día nos dedicaremos al autor.
Me hizo mucha ilusión encontrar mensajes de un tal Juan que propone seguir discutiendo sobre el tema. Estupendo; en la medida que mi falta de destreza con los blogs me lo permita, subiré tus comentarios. Gracias por participar.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Lo que Lisbeth nos enseña

La primera vez que la vi fue en la portada de un libro de título incómodo: "Los hombres que no amaban a las mujeres"; era una especie de niña enfurruñada, bastante parecida a la hija de los Monster, sobre todo porque iba vestida de negro y llevaba un collar de cabecitas; nada que ver con esa imagen de anoréxica que aparece en la portada de la edición en español. Fue en la librería de un aeropuerto de Paris y no pude resistir a la tentación de comprarlo, sobre todo para poder leer el siguiente, con un título aún más provocador: "La chica que soñaba con un bidón de gasolina y una cerilla".
Y así fue como Lisbeth Salander empezó a formar parte de mi vida con su frugal sonrisa de medio lado, su tatuaje de dragón de cuerpo entero, sus piercings, su apuesta por evitar las componendas y, sobre todo, su fuerza para sobrevivir aunque pinten bastos.
Ahora estoy terminando el último libro; apenas me quedan 10 páginas y estoy evitando leerlas porque no quiero separarme de ella. Por eso he creado el blog, para compartir lo que Lisbeth me ha transmitido.