martes, 13 de enero de 2009

¿Es Lisbeth Salander un caso de Asperger? (¿Y a quién le importa?)

Pues eso; que cada vez que encontramos a alguien, digamos exótico, diferente a la mayoría, nos empeñamos en ponerle un nuevo nombre, un calificativo o un diagnóstico. Eso nos tranquiliza. El problema -y también la suerte- es que un ser humano no cabe en tan pocas letras.
Por eso no me gustan los comentarios sobre el diagnóstico de Lisbeth; ¿qué nos importa cómo pueda llamarlo el cuerpo médico? Lo que nos importa es esa voluntad de supervivencia, su solidaridad con la gente injustamente tratada, su capacidad de armarse personalmente (boxeo, robo a Wennestrom, etc.) y de armar redes con los más marginales (sus amigos Plaga y demás hackers). Y casi lo que más me interesa de ella: ese estilo de llevar las cosas hasta el final, como que si dejara resquicios, algo podría salir mal y ella no podría perdonárselo.
De todos modos, vemos hacia el final del segundo volumen que, ante la figura de Zalachenko, su voluntad de no dejar resquicios falla estrepitosamente y se pone en peligro de muerte de manera muy ingenua... ella que conocía perfectamente los sistemas de detección de intrusos, creyó que el mafioso no había sabido guardar bien su casa y se metió en la boca del lobo. ¿Pulsión de muerte? ¿Alguien tiene alguna otra idea?
Para Lourdes que ha escrito hablando de su "mono", el tercer volumen empieza con Lisbeth operada del cráneo y situada en una habitación de hospital. ¿Quién era el vecino de la habitación de al lado? ... Sí: Zalachenko; y ella no se puede mover.